La curva de casos del nuevo coronavirus (Orthocoronavirinae) aún está a semanas de su punto más alto en Brasil,
pero su letalidad y la demora en los diagnósticos ya ponen bajo presión al mayor cementerio de São Paulo y de América Latina, con entierros exprés y velorios sin
abrazos. São Paulo, epicentro de la pandemia en Brasil, totaliza más de 150 de los 241 muertos por COVID-19 en el país desde que se registró el primer contagio en
febrero. Pero la demora del diagnóstico desfasa la cifra. La Secretaría de Salud contabiliza 201 exámenes de fallecidos a la espera de resultado. El cementerio Vila Formosa I,
en la periferia de São Paulo, se extiende de forma interminable ante la vista. Se estima que en sus 750,000 metros cuadrados reposan los restos de 1,5 millones de personas y ahora
se prepara para esperar a brasileños que han perdido la batalla contra el coronavirus. Una parte del panteón está cubierta de mala hierba, otra dividida en lotes de
tierra roja. De un extremo a otro, avanza un muro repleto de osarios con un sinfín de nombres y fechas. Aquí enterramos unas 45 personas por día, pero en la última semana son de 12 a 15 más.
Es mucho peor de lo que vemos en las noticias, esto es grave", dijo un sepulturero que, en un lote del Vila Formosa I, cavaba fosas en fila para ser utilizadas al día
siguiente. Previendo el aumento de la demanda por la contingencia sanitaria del Covid-19, la alcaldía contrató una empresa para reforzar con 220 empleados temporales los
22 cementerios de la red municipal, que por lo demás se vio obligada a recortar en 60% su plantilla de 257 sepultureros por pertenecer a grupos de riesgo. La tarde
del 31 de marzo, los cajones se sucedían con tal rapidez que los sepultureros tuvieron que pedir unos minutos para terminar con un entierro antes de comenzar el siguiente. Bajo un sol fuerte y un
cielo limpio, cuatro inhumaciones se llevaron a cabo en media hora en un único lote: tres casos sospechosos de covid-19 y uno confirmado. Mi abuela estaba con los
síntomas y se realizó el examen, pero el resultado demorará otras dos semanas", dijo Ricardo Santos, que veló rápidamente y con pocos familiares a Regina Almeida, de 92 años. La
despidieron en un féretro cerrado en uno de los tres toldos de tela verde dispuestos fuera de la capilla del cementerio, en un intento de seguir las recomendaciones
sanitarias.
El diagnóstico de José de Santana, de 77 años, es uno de la lista. Su hijo, Genilton de Santana, enterró a su padre acompañado apenas por
un amigo. Con una máscara blanca y los ojos llenos de lágrimas, muestra el acta de defunción."Muerte a aclarar, aguarda exámenes", aparece en el renglón de la causa.¡Muestren esto para ver
si las personas empiezan a entender lo serio que es!", dijo Genilton, antes de cargar el féretro cerrado.São Paulo y otros estados brasileños adoptaron medidas
de cuarentena parcial, aunque el presidente Jair Bolsonaro consideraba hasta hace poco que la Covid-19 era apenas "una gripecita", antes de admitir el martes que se trababa
del "mayor desafío" del país. Y el país empezó a prepararse para la emergencia, que debería llegar a su auge entre abril y junio. La alcaldía de São Paulo, que compra
semestralmente seis mil féretros para su red de servicios funerarios, solicitó en marzo otros ocho mil. Los sepultureros deben vestir trajes de protección blancos,
máscaras y guantes. Con el sol en su zénit, algunos retiran la parte superior del traje a ratos. Desde que se abre la puerta del carro fúnebre hasta la colocación de la corona de flores
sobre el túmulo ya recubierto de tierra transcurren apenas seis minutos. El desfile de familiares entrando y saliendo no para. Algunos se despiden tocándose los codos. Otros no
consiguen acatar las reglas de distanciamiento social en medio de la pérdida; y ante la incertidumbre de un diagnóstico se abrazan, diciendo: "Vamos, que esto es muy
triste".