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A pesar de la ausencia de SARS-Cov-2 en el cerebro, el equipo si detectó patología cerebral significativa que, en su mayoría, se dividía en dos categorías. Por un lado, encontraron muchas zonas con daños por falta de oxígeno, lo que para Goldman no era de extrañar, pues los fallecidos habían sufrido una enfermedad pulmonar grave, debido a la COVID-19. Algunas eran grandes áreas causadas por accidentes cerebrovasculares, pero la mayoría eran solo detectables al microscopio.
El equipo cree que estas pequeñas áreas de daño hipóxico fueron causadas por coágulos de sangre, comunes en pacientes con COVID-19 grave.
El segundo hallazgo fue “más sorprendente”, pues en la mayoría de los cerebros vieron activado un gran número de microglías, una célula inmunitaria que reside en el cerebro y puede ser activada por agentes patógenos. Había grupos de microglía que atacaban a las neuronas y, como no se encontró ningún virus en el cerebro, es posible que se activaran por citoquinas inflamatorias, como la interleucina 6, asociadas a la infección por SARS-Cov-2, indicó Peter Canoll, otro de los firmantes de la investigación.
Goldman señaló que hay que seguir investigando para entender las razones por las que algunos pacientes después de superar la COVID-19 siguen experimentando síntomas y ahora examinan las autopsias de personas que murieron varios meses después de recuperarse.